LA MUERTE Y LA DONCELLADEATH AND THE MAIDEN
Foto: Daniela Miller
CHILE
Compañía La Mafia Teatro
De Ariel Dorfman
Dirección Moira Miller
Una historia que podría suceder en cualquier país que haya sufrido una dictadura impuesta por las armas y el terror. Paulina Salas, que fue secuestrada y torturada cuando joven, se encuentra en el living de su casa a Roberto Miranda, un médico que supuestamente participó en sus sesiones de tortura. Esa noche deben convivir con la violencia, el perdón y el pasado.
«La obra se sostiene en dos pilares. El primero es la calidad del texto de Ariel Dorfman, que alcanza sus cimas en los monólogos testimoniales. Y el segundo, la destreza actoral: el autocontrol corporalizado por César Sepúlveda, el arrebato por Antonia Zegers y la culpa por Erto Pantoja». Sangría.
RESEÑALa muerte y la doncella es una historia que puede suceder y sucede en cualquier país que haya sufrido una dictadura impuesta por las armas y el terror, y que ahora vive bajo la incertidumbre de la transición, basado en la historia reciente Chilena.
En ella, el autor nos presenta a tres personajes, Paulina Salas, una mujer que en su etapa universitaria fue secuestrada y torturada, Gerardo Escobar, marido de Paulina, un prestigioso jurista afín al nuevo gobierno, que es nombrado presidente de la comisión gubernamental que debe investigar los crímenes cometidos durante el régimen militar, aunque no podrá hacer pública la identidad de los culpables, ni tampoco juzgarles, y Roberto Miranda, un médico que supuestamente participo en las sesiones de tortura infringidas a Paulina.
Estos tres personajes se enfrentan a su pasado desde posiciones diferentes, Paulina, que nunca pudo ver a sus torturadores, por tener cubierto el rostro durante su cautiverio, cree reconocer al doctor Miranda como uno de ellos, ella no perdona, y, mediante la coacción y la violencia arranca una confesión escrita al doctor de su siniestra complicidad con la dictadura; Gerardo, ante la situación creada por su mujer, intenta salvar su nuevo status social y se ve sumido en la duda sobre la cordura de su esposa, y por último el doctor Miranda, que se defenderá de las acusaciones de Paulina poniendo al descubierto la fragilidad de sus pruebas.
En el fondo de las tres historias está la búsqueda de la verdad. Una verdad que se difumina por la ambigüedad de la propia fabula y que raya en determinados momentos con la locura.
Este gran guión nos hace meditar sobre qué tanto hemos hecho por hacer justicia y reivindicar la memoria de Chile, un país que debe reencontrarse con su pasado para poder seguir mirando hacia el futuro.
La muerte y la doncella, música del cuarteto de Schubert que Paulina escuchaba durante sus torturas, sigue ahí, sonando como fondo musical de pusilánimes democracias que prefieren someterse a una “nueva justicia” antes que a la razón de la Historia.
Moira Miller es actriz, directora de teatro y audiovisual, directora de casting y coach de actuación. En su niñez estudia en el colegio Saint George, para luego estudiar actuación en la escuela Teatro Imagen de Gustavo Meza. Su primer trabajo teatral es siendo actriz y asistente de dirección de Boris Quercia en Él médico a palos de Moliére, para seguir en El desquite de Roberto Parra, bajo la dirección de Andrés Pérez Araya. En 1997 dirige su primer montaje Sexo, drogas & rock´n roll de Eric Bogosian, ganando el premio APES, revelación en teatro. En 1999 funda la compañía con la que continúa hasta el día de hoy, LA MAFIA Teatro, con la cuál llevan realizados una docena de montajes. Las obras bajo su dirección son Miss patria de Vanessa Miller, La retirada de Moscú de William Nicholson, Palabras encadenadas de Jordi Galcerán, La cabra de Edward Albee y La muerte y la doncella de Ariel Dorfman, su último montaje.
La Mafia Teatro nace en el seno de la familia Miller-Brescia, o más bien conocida como “el Clan Miller-Ross”. Está conformada por Liliana Ross, sus tres hijas Daniela, Vanessa y Moira Miller, y Pablo Villalabeitia y Felipe Bennett. La trayectoria de la compañía incluye las obras Sexo, drogas y rock’n roll (1997), Miss patria (1999), Sinvergüenzas (2000), Divorciadas, evangélicas y vegetarianas (2004), La retirada de Moscú (2006), El método Grönholm (2006), Palabras encadenadas (2007), Sinvergüenzas deluxe (2008) y La cabra (2010).
«Esta versión de La muerte y la doncella, que dirige Moira Miller, debutó en Chile en 1991, días antes de la publicación del Informe Rettig, sin éxito de público y críticas. Valió poco su peso cívico, su diálogo con el estado histórico del país, su discurso que ponía en entredicho las certidumbres de la transición ¿La razón? Sencillamente, parecía no contener el megarelato que buena parte de la clase política o la sociedad civil esperaban escuchar. El horno nacional, en definitiva, no estaba para esos bollos.
Similar a lo ocurrido con la obra El Coordinador de Benjamín Galimeri -estrenada en el mismo contexto-, la pieza escrita por el chileno Ariel Dorfman tuvo mejor recepción en el extranjero que en nuestro país. En 1992, Mike Nichols montó la obra en Broadway y enseguida vino la propagación. Con representaciones que superan el medio centenar en varios países, La muerte… se convirtió en la obra latinoamericana más montada en el mundo e incluso adaptada al cine por Roman Polanski en 1994.
La situación es simple en términos argumentales, pero deviene compleja durante su desarrollo narrativo. Paulina Salas (Antonia Zegers), una mujer torturada durante el régimen militar, está casada con Gerardo Escobar (César Sepúlveda), el abogado designado para presidir la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Una noche, Gerardo invita a quedarse a la casa al desconocido que lo ayudó con su auto descompuesto el día anterior. De inmediato Paulina reconoce la voz de Roberto Miranda (el inconfundible registro de Erto Pantoja), el médico que ayudó a torturarla y a quien aborda, amarra, fuerza a confesar. Ahí se desata el conflicto.
La escenografía a cargo de Eduardo Jiménez, de limpio estilo realista, deja que estos personajes discutan, expongan sus puntos de vista y se intenten persuadir. Se trata de un entorno opresivo que los empuja a dilemas internos, a la evolución de sus estados emocionales y a la entrega gradual de información. Hacia el final, el trío protagónico estima que la situación no tendrá salida conciliadora, tampoco trágica, pero sí acomodaticia. La atmósfera cerrada está acentuada por el desplazamiento del muro frontal, un recurso efectista finalmente innecesario.
En momentos de efervescencia social, cuando el ex Presidente Lagos afirma que “la democracia es un proceso” y otros piensan que la transición está recién terminando, parece oportuno mirar en retrospectiva para evaluar con la distancia adecuada la matriz original de los derroteros que nos han llevado hasta aquí. Dicha matriz es la que Agustín Squella identifica como la del consenso a cualquier precio y cuyo examen desde la posteridad probablemente la considera un espectáculo impresentable.
Por consiguiente, las preguntas que instala este remontaje son distintas, o bien, complementarias a las de principios de los 90: ¿fue un error aceptar la democracia versión Guzmán-Boeninger? ¿Fueron un fracaso los acuerdos compartidos entre gobierno y oposición de entonces? No. En su minuto, fue lo que correspondió hacer. Con sus luces, opacidades y transferencias, la transición chilena fue exitosa en términos de estabilidad política para el país. Exitosa mientras Pinochet semisecuestraba el Estado y algunos grupos aun promovían la lucha armada.
Con todo, resulta descaminado apreciar La muerte… sólo por una resonancia política -actual o pasada- en particular. Es más, la obra se sostiene menos en esta última que en otros dos pilares. El primero es la calidad del texto de Ariel Dorfman, que alcanza sus cimas en los monólogos testimoniales. Y el segundo, la destreza actoral: el autocontrol corporalizado por César Sepúlveda, el arrebato por Antonia Zegers y la culpa por Erto Pantoja.
En 1990, Ariel Dorfman fue capaz de mirar por la ventana, captar lo que estaba ocurriendo y escribir un texto con la inmediatez propia del periodismo. Ese texto, subvalorado no sólo una vez (hubo otra presentación en el 2000), es el que hoy Moira Miller rescata en una puesta en escena emotiva y sobresaliente, apelativa y pertinente, que bien tributa al aniversario número 70 del Teatro Nacional Chileno. Es hora de reconocer que estamos frente una obra indispensable de la dramaturgia nacional». Piero Saavedra. Sangría. 3 de noviembre de 2011.
La muerte y la doncella en un nuevo contexto
«Difícil es considerar La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman, sólo desde el punto de vista del arte o del teatro. Sus implicancias políticas y el contexto desde donde sea valorada hacen cambiar drásticamente su interpretación. En su estreno en Chile, en 1991, los rasgos de su dramaturgia y puesta en escena se vieron interferidos por su contenido político. En su presentación del daño que se hace a las personas torturadas todos estaban de acuerdo, pero su crítica a la forma en que se realizaba la transición a la democracia, produjo rechazo. En un contexto de euforia por la recuperación de la democracia y cuando lo central era avanzar hacia una sociedad que respete a las diferentes posiciones, apareció esta obra de un intelectual de izquierda, que miraba el país desde el exilio, en la que se enjuiciaban las transacciones que ello había implicado. Criticaba implícitamente a la Comisión Rettig, que se consideraba un gran avance hacia la dilucidación de la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos. Aun sus amigos más próximos mostraron reticencia. Lo que pudo ser un regalo artístico para la nueva democracia, o la mejor carta para su reinserción en Chile, pasó a ser un impulso a alejarse.
El contexto ha cambiado, a veinte años de esa época y cuando el sistema democrático, aun con todos sus defectos, está suficientemente consolidado y no parece posible un nuevo golpe de estado, la obra puede verse más ampliamente como una reflexión sobre el daño que sufrieron las personas torturadas y sobre la relación entre la verdad y la justicia.
En la función de septiembre pasado y en la del comienzo de la actual nueva temporada, el público, visiblemente emocionado, aplaudió de pie durante largo rato. Ariel Dorfman estuvo en este último reestreno, subió al escenario en medio de prolongados aplausos y agradeció la interpretación de estos «maravillosos» actores. Se veía satisfecho con la nueva recepción de su obra.
Parte importante del actual éxito se debe a la actuación de Antonia Zegers. Su interpretación de Paulina Salas matiza la fuerza y el silencio. Transmite el temor en que vivía: el ruido de un auto, que no es el de su esposo, al detenerse a la puerta de su casa en la noche, la tensa y la hace ocultarse con un arma en la oscuridad. La intensidad con que encarna a la mujer que reconoce la voz de su torturador es enorme y convincente. Erto Pantoja, actor que se iniciara en teatro pero que ha hecho una exitosa carrera en cine y televisión, vuelve aquí al teatro y, aun en las escenas en que está atado y con mordaza, expresa el estado en que se encuentra. La forma violenta con que rechaza la acusación de ser el torturador nos hace pensar que efectivamente lo es. César Sepúlveda tiene el aplomo y la expresión del exitoso abogado Gerardo Escobar, recién designado en la comisión presidencial que dilucidará los casos más graves de violación a los derechos humanos. Es convincente en sus argumentaciones y encarna bien los rasgos más negativos de su personaje, mentirle a su esposa y traicionarla en lo que a ella más le importa, obtener la confesión y el castigo del doctor Miranda.
Aunque tendemos a pensar que Paulina efectivamente reconoce por la voz y la piel al médico que la torturó y la violó, queda abierta la posibilidad de que sus recuerdos sean erróneos y que el desequilibrio de su mente por la tortura la hagan culpar a alguien inocente. La obra tiene un grado de ambigüedad que la abre a diferentes interpretaciones.
La escenografía de Eduardo Jiménez acentúa la frialdad acerada de los diálogos. Lo que vemos como una sólida muralla de bloques de vidrio de pronto se mueve, avanza y reduce el espacio de la interrogación. Hacia el final se adelanta todavía más, arrastra algunos de los muebles y los hace caer, el espacio así reducido se hace más opresivo, acentúa la presión al torturador. Central en la creación de los climas internos de la obra es la música del cuarteto de cuerdas de Franz Schubert La muerte y la doncella, la nobleza de su sonido nos hace percibir con más intensidad la villanía de las violaciones en que se usaba como fondo.
Moira Miller dirige la obra. Es una dirección limpia y eficaz que la instala en una senda cuya trayectoria será necesario observar». Agustín Letelier. El Mercurio. 25 de marzo de 2012.
Compañía La Mafia Teatro
Autor Ariel Dorfman
Dirección Moira Miller
Elenco Antonia Zegers, Erto Pantoja y César Sepúlveda
Música Pablo VillalabeitiaEscenografía Eduardo Jiménez
Vestuario Pablo Núñez
Fotografía Daniela Miller – Pía Cosmelli
Diseño grafico Felipe Bennett
Asistencia de dirección Francisca Rioseco
Producción general Roman Yosif
Estreno 22 de septiembre de 2011, Sala Antonio Varas
Duración 1 hora 30 minutos
Photo: Daniela Miller
CHILE
Company La Mafia Teatro
By Ariel Dorfman
Directed by Moira Miller
A story that could take place in any country that has suffered a dictatorship imposed with weapons and terror. Paulina Salas, who in her youth was kidnapped and tortured, finds herself in the living room at the home of Roberto Miranda, a doctor who is said to have taken part in her torture sessions. That night, they must coexist with violence, forgiveness, and the past.
“The work holds itself up on two pillars. The first is the quality of Ariel Dorfman’s text, which reaches its peak in the witness soliloquies. The second of these pillars is the skill of the actors: self control made flesh by César Sepúlveda, the outburst of Antonia Zegers, and the guilt of Erto Pantoja”. Sangría.
SYNOPSISLa muerte y la doncella is a story that could take place in any country that has suffered a dictatorship imposed with weapons and terror, and that now lives under the uncertainty of transition, based on recent Chilean history.
Here, the writer shows us three characters: Paulina Salas, a woman who was kidnapped and tortured while at university; Gerardo Escobar, Paulina’s husband and a prestigious legal expert with the new government, who is appointed as chairman of the governmental commission to investigate the crimes committed under the military regime – although he cannot publish the identities of the guilty parties, or judge them; and Roberto Miranda, a doctor who supposedly took part in the torturing of Paulina.
These three characters face up to their past from very different positions: Paulina, who was never able to see her torturers as her face was covered while she was a captive, thinks that she recognizes Doctor Miranda as one of them; she does not forgive him and, through coercion and violence, she makes the doctor give her a written confession of his sinister complicity with the dictatorship; Gerardo, responding to the situation created by his wife, tries to preserve his new-found social status and comes to doubt his wife’s sanity; and finally, Doctor Miranda, who defends himself against Paulina’s accusations, showing the weakness of her evidence.
The search for truth serves as a backdrop to these three stories. This is a truth that is blurred by the ambiguity of the tale, and that at times is shot through with insanity.
This magnificent script gives us pause to reflect on what we have done in search of justice and to redeem Chile’s memory, as a country that must reclaim its past if it is to continue to look to the future.
Death and the Maiden, the Schubert quartet that Paulina would listen to during her torture, continues to play as a musical backdrop to the timorous democracies that prefer to submit to a “new justice” rather that to the truth that underlies history.
Moira Miller is an actress, theater and audiovisual director, casting director, and acting coach. As a child she went to the Saint George School, before studying theater at Gustavo Meza’s Teatro Imagen. Her first work on the stage was as an actress and assistant director under Boris Quercia in Molière’s The Doctor in Spite of Himself; she went on to star in Roberto Parra’s El desquite, under the direction of Andrés Pérez Araya. Her directing debut came in 1997, with Sex, drugs & rock´n roll, by Eric Bogosian – garnering an APES prize. In 1999 she founded the company with which she continues to work after a dozen successful productions: LA MAFIA Teatro. The works that she has directed are: Miss patria, by Vanessa Miller, The Retreat from Moscow, by William Nicholson, Words in Chains, by Jordi Galcerán, The Goat, by Edward Albee, and Death and the Maiden, by Ariel Dorfman, her latest production.
La Mafia Teatro was born in the bosom of the Miller-Brescia family, better known as the “Clan Miller-Ross”. It is made up of Liliana Ross, her three daughters Daniela, Vanessa, and Moira Miller, and Pablo Villalabeitia and Felipe Bennett. The company’s track record includes the works Sex, drugs and rock’n roll (1997), Miss patria (1999), Sinvergüenzas (2000), Divorciadas, evangélicas y vegetarianas (2004), The Retreat from Moscow (2006), The Grönholm Method (2006), Words in Chains (2007), Sinvergüenzas deluxe (2008) and The Goat (2010).
Company La Mafia Teatro
Playwright Ariel Dorfman
Direction Moira Miller
Cast Antonia Zegers, Erto Pantoja and César Sepúlveda
Music Pablo Villalabeitia
Scenogrphy Eduardo Jiménez
Costumes Pablo Núñez
Photography Daniela Miller – Pía Cosmelli
Graphic design Felipe Bennett
Direction assistant Francisca Rioseco
General production Roman Yosif
Premiere September 22th 2011, Sala Antonio Varas
Length 1 hour 30 minutes