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EN LA SOLEDAD DE LOS CAMPOS DE ALGODÓNIN THE SOLITUDE OF THE COTTON FIELDS - Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil

[:es]PROGRAMACION 2013[:en]EVENTS 2013



EN LA SOLEDAD DE LOS CAMPOS DE ALGODÓNIN THE SOLITUDE OF THE COTTON FIELDS


Foto: Luis Maceiras

CHILE

CompañíaTeatro Camino
De Bernard-Marie Koltès
Dirección Marcelo Alonso

El una de las más famosas obras del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès, un cliente (Héctor Noguera) y un dealer (Rodrigo Soto) comparten una noche interminable en la frontera entre la vida civilizada y el mundo salvaje.

«Habiendo sido devorados por las cavidades de ese espacio que parece tierra de nadie, nos entregamos no sólo a las interrogantes planteadas por vendedor y cliente, sino que también a las nuestras». La Pollera.

RESEÑA

De noche, dos individuos por la calle realizan el comercio de las relaciones humanas. Uno (el dealer) interesado en concretar su venta, y el otro (el cliente) resistiéndose a comprar su deseo. Ambos ubicados en la frontera entre la vida civilizada y el mundo salvaje. Un lugar para hombres heridos por la urgencia o por la desdicha, en donde la norma de estas relaciones será el intercambio comercial, no desde una óptica pesimista sino desde un esquema que se aproxima a la realidad.

DIRECTOR

Marcelo Alonso es actor, director y docente. Entre sus trabajos de dirección teatral destacan Rápido antes de llorar de Claudio Bertoni: Infamante Electra de Benjamín Galemiri, dirigida por Raúl Ruiz, para la cual fue asistente de dirección; Calígula, basada en la obra de Albert Camus; Las brutas, de Juan Radrigán; y Madame de Sade, de Yukio Mishima.

Como actor ha participado en Un roble, de Tim Crouch, y Casa de muñecas, de Ibsen, ambas dirigidas por Alfredo Castro; Partido, de Thomas Bernhard, dirigida por Cristian Plana; Pelo negro boca arriba, de Rodrigo Bazaes; y Súper héroes, de Alexis Moreno. Además ha actuado en obras dirigidas por él mismo, como La gaviota y Hamlet; Cinema utoppia y Brunch, escritas y dirigidas por Ramón Griffero; y Jugar con fuego, de Strindberg, dirigida por Staffan Baldemar, entre otras.

PRENSA

«“Casi siempre, lo más importante que debemos decir es, esencialmente, lo más difícil de decir. Por eso nunca escucharás a alguien que sufre de soledad confesar: Estoy solo. Porque es ridículo y humillante. Ese alguien, te hablará en cambio, de cosas sin importancia, porque dos personas solo pueden acercarse por medio de la trivialidad”. Así describirá la imposibilidad de relacionarse, Bernard-Marie Koltès -en 1987, dos años antes de morir de sida a los 41 años de edad- en una carta a Patrice Chéreau, quien además de amigo y confidente, fue el encargado de llevar a escena casi todas sus obras.

En la soledad de los campos de algodón, dirigido por Marcelo Alonso, las palabras aparecen como precipitadas de sus límites. Son palabras que intimidan y a las que a veces, es difícil acceder: “Me alejo para ser más realista”, otra afirmación de Koltès, que subraya su pulsión anárquica, su deseo por internarse profundo en el lenguaje. Más que contar una historia, intenta colgarse del sistema nervioso central del espectador.

En esta obra, un hombre, el cliente (Héctor Noguera), es abordado por otro hombre, el dealer, quien le ofrece algo, un objeto de deseo no especificado. A lo largo del recorrido dramático, las actitudes varían entre ambos personajes, pero siempre es el cliente quien oscila y retrocede ante los ofrecimientos del dealer, el que en un momento llega a afirmar: “No estoy aquí para dar placer, sino para colmar el abismo del deseo, obligar al deseo a tener un nombre, darle una forma y un peso, con la crueldad obligatoria que hay en darle una forma y un peso al deseo”.

El cliente intenta aferrarse a las normas sociales que conducen su vida, esas mismas normas que lo dejan insatisfecho, inconcluso -de ahí el malestar-. Es por tanto, un hombre que se siente alienado por la sociedad de la que participa y en la que se define, el dealer se convierte así en su doble, en ese otro que le ofrece satisfacer aquello que desea, y que teme: esa clandestinidad mercantilizada.

Toda la acción se desarrolla sobre las oposiciones de estos dos personajes: la legalidad contra lo ilícito, lo humano contra lo animal, la extrañeza contra la normalidad. En un sitio despojado de cualquier marca que permita el reconocimiento. La noche se establece como el tiempo salvaje de la depredación. Somos espectadores de un duelo verbal, de caricias y golpes esbozados en el aire, en que se expone todo y al mismo tiempo no se revela nada; un espacio donde jamás se iluminará el lugar de la transacción.

El montaje a cargo de Alonso es más esforzado que talentoso. La emoción no llega a producirse. Solo a ratos se acerca a un ocasional sentido de misterio –gracias a la musculatura del texto-, no parece dar con la escala precisa y cae en un ritmo monocorde amenazado por la fatiga, con un discutible uso de la luz, de vientos lejanos y sonoridades altiplánicas fofas; una suma de efectos espumosos, que estorban la brutalidad, las insinuaciones de violencia erótica, la atracción entre estos dos personajes crueles, suaves y otra vez crueles.

Koltès, es el topógrafo que mide la extensión del desastre, pero la tragedia no está en su dramaturgia, comienza solo cuando el texto germina en la mente del espectador. Quizá, esta sea la razón por la que molesta cierta desesperación sentimental impregnada en las actuaciones, especialmente en el caso de Noguera.

Hace pocos meses la editorial independiente Chancacazo publicó por primera vez en Chile En la soledad de los campos de algodón, con una cuidada traducción a cargo de Manuela Ossa. Otro motivo para volver a Bernard-Marie Koltès, un dramaturgo para ser visto, pero también para ser leído. Ese autor que terminaba con estas palabras otra de sus cartas: “Siempre he odiado un poco el teatro, porque el teatro es lo opuesto de la vida, pero siempre regreso a él, porque es el único lugar donde se dice aquello que no es la vida”». Óscar Orellana. Revista Intemperie. 5 de octubre de 2012.

«Había algo de ritual en el ingreso a la sala de teatro Camino. Se transitaba lento por esa fila medianamente larga, casi al compás de los quejidos de la estructura de fierro que soporta la cúpula del teatro. Ya adentro, daba la sensación de estar en la antesala de un túnel o de un puente agujereado por el olvido. Una penumbra incierta parecía instalarse entre los asistentes… Iniciada la ficción, casi como parido por las sombras de la puesta en escena, surgió el vendedor o dealer (Rodrigo Soto), uno de los personajes de En la soledad de los campos de algodón, escrita por el dramaturgo francés Bernard-Marie Koltés (1948-1989), cuyo monólogo inicial nos sitúa de inmediato en la expectativa de una relación que a diario vivimos… la relación entre vendedor y cliente (Héctor Noguera).

Pero aquello que parece una interacción tan cotidiana, tan añeja como el consumo mismo, aquí es sólo una excusa para plantear aspectos más profundos del sentido de las relaciones humanas. En un contexto sombrío y un eco permanente que punza en los músculos, mezcla de vacío y reverberación de viento otoñal, dos hombres, uno joven y otro mayor, inician un duelo verbal que nos traslada a preguntas relacionadas con el origen y consumación del deseo, el ser desde los impulsos y el placer, el tener lo que se busca y la constante transacción de emociones y decisiones que habría detrás de cada vínculo.

Vendedor y cliente se toman su tiempo para decir lo suyo, lo propio, con una particularidad expresiva, que incluso queda contrastada por el tipo de actuación: la del vendedor menos impostada, con rasgos más naturalistas, mientras que la del cliente,  al menos para mí, es en exceso declamativa, salvo tras el clímax de la historia. Insisto con lo del tiempo, ambos –y es parte de la notable dramaturgia de Koltés- van conformando su discurso con pausas que nos develan sus procesos internos, un devenir de palabras que paulatinamente transmite la capacidad de escucha de sus voces más recónditas.

Sin embargo, la reflexión deja espacio también a la coloquialidad, sobre todo en el vendedor, quien parece un ser más cotidiano y que distiende a veces con algunas ironías. En la función a la que asistí fuimos pocos los que, desde el relajo absoluto, soltamos una que otra carcajada en esta suerte de ring en el que cada knock out estaba cargado de poesía. Era interesante percibir la incomodidad de quienes no soportaban la risa en medio de una atmósfera un tanto nebulosa, cuya luz nos remitía siempre a una madrugada interminable.

Muy acertada la puesta en escena, sorprende al final, especialmente desde los quiebres que se generan con el uso de la luz. Y es ahí cuando ya todos los espectadores estamos prácticamente al interior de lo que creíamos era un túnel. Habiendo sido devorados por las cavidades de ese espacio que parece tierra de nadie, nos entregamos no sólo a las interrogantes planteadas por vendedor y cliente, sino que también a las nuestras, esas que quedan flotando en el aplauso de cierre y que en esta función pareció tibio. Intuyo que algunos espectadores estaban agobiados por la densidad del texto, tal vez por no estar frente a una obra en donde aparentemente pasa poco. Lo que sucede entre ellos está en el ámbito de las sutilezas y los silencios, en el no decir, que suele pesar más que un conjunto de ideas y acciones perfectamente estructuradas. Eso convierte a esta obra en un viaje que va de lo ardiente a lo templado, al que se entra con sigilo y del que se sale con más preguntas que respuestas». Claudio Garvizo. La Pollera. 13 de septiembre de 2012.

FICHA ARTÍSTICA

Autor Bernard-Marie Koltès
Dirección Marcelo Alonso
Asistente de dirección, música Diego Noguera
Elenco Héctor Noguera y Rodrigo Soto
Traducción Simón Morales
Diseño integral, iluminación Rocío Hernández
Vestuario Nelsón Marchant
Técnico de sala Eleodoro Araya
Escenógrafo Patricio Muñoz
Producción general Teatro Camino
Producción artística Piedad Noguera
Producción ejecutiva Alexis García
Comunicación Kika Valdés
Gráfica Paula Carvajal y Cyril Perez
Fotografía documental Pedro Castanheira
Fotografía prensa Luis Maceiras
Difusión y redes Angie Valdés y Valentina Nuñez
Imagen Laura Galaz y Claudia Galaz

Estreno 30 de agosto del 2012, Teatro Camino
Duración 1 hora 25 minutos
Recomendada para mayores de 14 años

Photo: Luis Maceiras

CHILE

Company Teatro Camino

By Bernard-Marie Koltès

Directed by Marcelo Alonso

In this, one of the most famous works by French playwright Bernard-Marie Koltès, a client (Héctor Noguera) and a dealer (Rodrigo Soto) share an endless night on the boundary between civilized life and the savage world.

“Having been devoured by the cavities of that space that seems to be no man’s land, we give ourselves over not only to the questions raised by the client and the dealer, but also to our own concerns”. La Pollera.

SYNOPSIS

By night, two people in the street deal in human relationships. One (the dealer), is keen to make a sale; while the other (the client) is holding back from buying his dream. They are both sited on the boundary between civilized life and the savage world. A place for men wounded by urgency or misfortune, where the norm for these relationships will be trade, not seen through the jaded prism of pessimism but rather in a way that comes close to reality.

DIRECTOR

Marcelo Alonso is an actor, director, and teacher. As a director, he has staged Rápido antes de llorar, by Claudio Bertoni: Infamante Electra, by Benjamín Galemiri and directed by Raúl Ruiz, with Marcelo as assistant director; Calígula, based on the work by Albert Camus; Las brutas, by Juan Radrigán; and Madame de Sade, by Yukio Mishima.

As an actor, he has appeared in An Oak Tree, by Tim Crouch, and A Doll’s House, by Ibsen – both directed by Alfredo Castro; Partido, by Thomas Bernhard, directed by Cristian Plana; Pelo negro boca arriba, by Rodrigo Bazaes; and Súper héroes, by Alexis Moreno. He has also appeared in his own productions, including La gaviota and Hamlet; Cinema utoppia and Brunch, written and directed by Ramón Griffero; and Strindberg’s Playing with Fire, directed by Staffan Baldemar.

CREDITS

Author Bernard-Marie Koltès

Direction Marcelo Alonso

Direction assistant, music Diego Noguera

Cast Héctor Noguera y Rodrigo Soto

Traduction Simón Morales

Integral design, lightning Rocío Hernández

Costumes Nelsón Marchant

Theater technical Eleodoro Araya

Scenographer Patricio Muñoz

General production Teatro Camino

Artistic production Piedad Noguera

Executive production Alexis García

Comunication Kika Valdés

Graphic Paula Carvajal y Cyril Perez

Documentary photography Pedro Castanheira

Press photography Luis Maceiras

Difussion and social media Angie Valdés and Valentina Nuñez

Image Laura Galaz y Claudia Galaz

Premiere August 30th 2012, Teatro Camino

Length 1 hour 25 minutes

Suitable for over 14 years old